Me gusta la luz y aún y así, me regodeo entre las sombras. Por miedo a vivir, miedo a vivir, que cobarde suena… creo que aunque tropiece una y otra vez, mi yo más consciente ha aprendido a no mirar atrás. Mis manos titubean a cada segundo, mis pasos se pierden entre ciudades perdidas. Levantar la mirada y no ver ya nada más que mi sombra que se alarga bajo el sol. Me encuentro en punto muerto; no es que sufra, simplemente me he perdido entre mis vísceras más profundas. A lo mejor ya no soy yo, sólo el vaivén de las olas en una playa llena de fantasmas paliduchos.
Ya no quiero intentarlo una vez más.
