El brillo intermitente de la fuerza del destino se alza a tientas entre mis pupilas. Decido no escucharlo, decido moverme sin rumbo, ser dueña barata de mis pasos. Y mientras me busco, mientras me encuentro entre tinieblas, me voy perdiendo. Mi paso se ha vuelto firme, pero ya no sé donde pisar.
Mis manos enredadas en tu pelo. Creo que voy a dejar que entres en mi eterna locura. No me dejes respirar, aún no, bésame una vez más. Aún tengo arena en las pestañas, y los callejones me dan miedo.